( Para leer el encuentro anterior a éste ir a: "Volver a nacer")
Todavía conmocionada por todo lo que había vivido tras su intento de suicidio María se encamina hacia el parque, allí le espera el viejo indomable, que el día anterior le había sorprendido con su extraña terapia del huevo y el fonendo. Mientras anda la chica se pregunta qué habrá tramado hoy el viejo para ella y por qué narices tiene montado su despacho en el parque, ¿qué hará los días que llueve o hace frío?, seguro que tiene alguna alternativa. Por otra parte, algo en su interior le dice que el encuentro que se dispone a vivir va a ser muy importante para ella. Una vez en el parque se dirige al kiosko, allí ha de preguntar a su dueño dónde encontrar al viejo hoy, se ve que su despacho puede cambiar de ubicación de un día a otro. Tras recibir las indicaciones, se dirige a un banco que se encuentra en la planicie en la que los niños disfrutan de los columpios y demás juegos infantiles, allí, sentado y sonriendo, le espera el viejo.
— ¡Buenas tardes...! Iba a decir tu nombre pero resulta que todavía no me lo has revelado -inicia la conversación la chica
— ¡Revelar, hermosa palabra! Hay tanto que revelar en la vida... ¡Bienvenida a mi despacho! -le contesta el viejo a la vez que le hace un gesto para que se siente a su lado.
— Extraño despacho: no tiene mesa, ni puerta, ni paredes...
— ¡Todo es ventana! ¿No te parece fantástico?
— Si no hay paredes no puede haber ventanas... -objeta la chica.
— ¡Ahh, ya comprendo!, no estás viendo las paredes...
— Pero... ¿qué paredes? Aquí no hay paredes -contesta la chica empezando a perder los nervios.
— Las paredes vienen contigo.
— ¿Qué yo traigo las paredes...? O me estás tomando el pelo o estás como una cabra...
— Nada de eso, estás aquí precisamente para que puedas ver tus paredes.
— Pues venga, revélamelas... -contesta María desafiante.
— Ves como la palabra revelar es hermosísima -le contesta sonriendo el viejo.
— Me parece que a este paso se va a revelar mi rabia y verás lo que es bueno...
— Hum, la rabia es tan poderosa como la lava de un volcán, primero destruye y luego crea.
— ¿Crea?
— ¡Claro! Fíjate en la de islas que han nacido o crecido gracias a la lava. La rabia al igual que la lava destruye, pero también puede construir.
— No conoces mi rabia...
— ¿Qué pasó con ella cuando intentaste suicidarte?
La chica se queda paralizada ante una pregunta que no esperaba, su tez palidece y los recuerdos inundan su mente. Tras unos instantes para recuperarse por fin puede responder.
— No estaba, mi habitual rabia había desaparecido. No me había dado cuenta hasta ahora.
— La rabia es incompatible con las ganas de quitarse la vida, ya que es un claro síntoma de querer rebelarse frente a algo, y por lo tanto de querer vivir para llevarlo a cabo.
— Lo que dices tiene una lógica aplastante y además es muy fácil de entender -contesta sorprendida María.
— Siempre lo que digo es simple y sencillo, hace mucho tiempo que aprendí a simplificar las fracciones antes de operarlas.
— Yo también sé simplificarlas, pero eso solo sirve en matemáticas.
— Te equivocas, todo en la vida está relacionado, lo que aprendes en matemáticas puede ser amoldado a cualquier otro campo del saber y del vivir. Simplificar nuestros pensamientos y emociones nos permite entenderlos mejor y a partir de ahí operarlos de forma más efectiva entre sí. De hecho, los dramas existen porque no nos han enseñado a simplificar las situaciones y los conflictos. Si hubieses sabido simplificar el conflicto que te llevó a intentar suicidarte, no hubieses dado ese susto tan tremendo a tus padres.
— ¿Me estás diciendo que aprendiendo a simplificar podrían evitarse todos los suicidios?
— Por supuesto, pero aprender a simplificar nuestros pensamientos y emociones requiere de aprender antes muchas otras cosas.
— Cosas que pretendes explicarme citándome en este despacho sin paredes.
— Mientras quieras venir la puerta de este despacho estará siempre abierta para ti.
— Pero... ¿qué puerta? -contesta la chica levantado los brazos mientras finge buscar una puerta.
— Hablemos ahora de las paredes -sigue el viejo, ignorando la pregunta de María.
— De mis paredes invisibles, ¿no?
— Exacto, no las puedes ver porque has sido educada para ser ciega a las paredes de tus cajas.
— ¡Anda, ahora también hay cajas! -exclama con sorna la chica.
— Las cajas de tus pensamientos, cuyas paredes las construyen tus creencias; no podemos pensar sin que haya un contenedor para nuestros pensamientos. De la misma manera que al agua no la podemos retener sin un recipiente, a nuestros pensamientos no los podemos retener ni dar dirección sin una caja que los contenga. Si no existiesen esas cajas nuestros pensamientos serían caóticos y no podría enlazarse entre sí, ¿te imaginas una vida sin cajas de pensamiento?
— Sin esas cajas no solo no podría aclararme yo, los demás tampoco podrían entenderme.
— ¡Exacto, muy bien dicho! Si no compartimos creencias con los demás no podemos crear grandes cosas juntos.
— Está claro: necesitamos a nuestras creencias, pero... supongo que hay un pero, ¿no? -contesta María adelantándose a las palabras del viejo.
— Pero el problema es que no somos conscientes de que son creencias y que por lo tanto podrían ser otras, las solemos confundir con la verdad, y claro, los demás hacen lo mismo: el conflicto está servido -dice el viejo ignorando las palabras de la chica.
— Comienza así la lucha de unas verdades contra otras, que en el fondo no es más que la lucha de unas creencias contra otras, es decir cosas relativas que los bandos viven como absolutas -termina la chica, sorprendida de sí misma por lo que ha dicho, el raciocinio que empezó el viejo.
— Yo mismo no lo hubiese dicho mejor, está claro que estás preparada -contesta con brillo en los ojos el viejo.
— ¿Preparada para qué?
— Para aprender el arte de jugar la vida, para descubrir tu propio sentido de la felicidad.
— ¿Sentido de la felicidad?, el mío debe de estar muerto, te recuerdo que hace tan solo cuatro días de mi intento de suicidio.
— Todo el mundo tiene sentido de la felicidad, lo que pasa es que no hemos sido educados para reconocerlo ¿Te apetece descubrir el tuyo? -contesta el viejo volviendo a ignorar las palabras de María.
— Sí, me apetece, quiero saber si vivir merece la pena.
— Bien, pues empecemos por el punto donde te encuentras: has generado un personaje suicida.
— ¿Un personaje suicida? ¡Me intenté suicidar!
— Para llevar a cabo algo es necesario antes crear un personaje que pueda sustentar el guión. Probablemente tú fuiste creando ese personaje suicida, poco a poco, sin darte cuenta; de hecho, creamos continuamente personajes que obedecen a guiones que no hemos creado conscientemente. Piensa que esto no es nada extraordinario: todos los días soñamos siguiendo guiones que no somos conscientes de haber creado, precisamente por eso un sueño puede sorprendernos.
— ¡Es cierto! ¿Quién escribe los guiones de mis sueños... ?
— Más importante aún: ¿por qué nunca habías llegado a hacerte esta pregunta? Te ibas a suicidar sin siquiera haberte planteado los grandes misterios del hecho de estar viva. Al misterio del soñar podemos añadir miles, como el de qué nos pasa después de morir nuestro cuerpo, el del sentido de nuestra vida, el de por qué hemos nacido en nuestra familia y heredado su genética y no en otra, el de por qué dependemos tanto de lo que opinan los demás sobre nosotros, el de por qué necesitamos comer en vez tonar la energía directamente del sol, el de por qué nos acompañan en nuestra existencia tantos animales y plantas... la lista de misterios a vivir es interminable, y por cierto: de la mayoría de ellos no se habla en la escuela jamás.
— Increíble! En unos pocos minutos has cambiado mi perspectiva sobre la vida. Iba a abandonar una casa, mi vida, quedándome muchas habitaciones por explorar...
— ¿Lo ves? ¡Estás más que preparada para el arte de jugar la vida! ¡Tu respuesta , tu metáfora, lo deja bien claro! -exclama entusiasmado el viejo.
— ¿Y por qué he necesitado de ti para darme cuenta de que la vida es más que mis problemas?
— ¡Lo has vuelto a hacer, fíjate en la brillante frase que has dicho! Todo el mundo posee una sabiduría propia más allá de lo que recuerda haber vivido, mi labor es enseñar a reconocer esta sabiduría a las personas que están preparadas para ello.
— ¿Y cómo es posible que esté preparada para comprender esto y a la vez haga tan solo cuatro días que intenté suicidarme?
— La respuesta a eso la obtendrás con el tiempo, sin duda estás siguiendo un guión, un guión que empezó con tu nacimiento.
— Pero si sigo un guión, ¿dónde queda mi libertad, mi libre albedrío?
— No hay auténtica libertad sin un camino previo, es precisamente ese camino el que te lleva a buscar y a ejercer tu libertad, el que da sentido a tu libre albedrío. El guión del que te hablo permite al actor consciente rellenar con su propia creatividad los huecos que intencionadamente se han dejado en el guión. En la vida hay unos puntos inamovibles por los que tenemos que pasar obligatoriamente, son precisamente los que dan sentido a nuestra vida, pero entre punto y punto podemos elegir el camino a seguir, de forma y manera que el actor puede sorprender al guionista completando creativa y magistralmente el guión: en el fondo somos tanto actores como guionistas.
— Siempre que seamos conscientes de ello.
— Siempre que hayamos llegado al punto evolutivo que lo permite -matiza el viejo.
— Y eso no tiene nada que ver con mi edad física, ¿no?
— Correcto.
— Soy pues una afortunada -sentencia la chica.
— Hace cuatro días parecías ser una desdichada, y fíjate ahora...
— ¿Crees que el personaje de suicida puede volver a apoderarse de mí? -pregunta preocupada María.
— Para asesinar a nuestro cuerpo primero hay que envenenarlo bioquímicamente con nuestras emociones negativas, si no lo hacemos su instinto de sobrevivir actuaría contra nuestra voluntad suicida. Cada emoción que creamos genera una bioquímica que por vía sanguínea llega a todos los rincones de nuestro cuerpo. Todos somos magos, alquimistas, sin saberlo, pues algo que no vemos como las emociones se trasforma constantemente en materia que moldea a nuestro propio cuerpo. Con el tiempo este proceso puede llevarnos a crear enfermedades, que la medicina oficial todavía no asocia con la mala gestión de nuestras emociones.
— ¿Quieres decir que en mi caso anestesié las ganas de vivir de mi cuerpo con mis propias emociones negativas?
— Tú y todos los demás que intentan suicidarse. Si nos enseñasen en las escuelas a darnos cuenta de este proceso de envenenamiento que es la mala gestión de nuestras emociones, se podrían evitar muchas cosas desagradables.
— Lo que más me sorprende de tu perspectiva respecto al suicidio es que no te interesa lo más mínimo las razones que me llevaron a suicidarme.
— Como no creo que en tu vida haya razones como las que podrían tener adolescentes que viven en circunstancias durísimas (abusos sexuales, bullying, maltratos en el hogar, guerras...), que implican como medida inmediata sacarlos de su mal ambiente, me he permitido desplegar ante ti esta perspectiva del suicidio ¿Me he equivocado?
— En absoluto, ahora empiezan a parecerme ridículas las razones por las que intenté suicidarme.
— Bien, pues sigamos. Si el personaje suicida intenta otra vez apoderarse de tu bioquímica te propongo que pongas en el escenario a un personaje lleno de rabia. Puedes diseñar y ensayar su papel antes de que lo necesites, conviene tenerlo todo a punto.
— Para mí es muy fácil crear personajes rebeldes y con rabia, los represento a menudo.
— Perfecto, ya sabes que las ganas de suicidarse son incompatibles con la rabia. El escenario en el que se encontrarán los dos personajes, el suicida y el rabioso, es tu propio cuerpo; no dudo de que tu rebeldía ganará y llenará de hormonas de rabia todo tu cuerpo, que es tanto como decir de hormonas de ganas de vivir.
— ¿Así de sencillo?
— Las buenas soluciones son siempre sencillas, ya que precisamente son buenas por estar simplificadas -sentencia el viejo con una sonrisa.
— Pero la rabia se considera una emoción negativa, ¿no envenenaré también con ella mi cuerpo?
— Lo negativo y lo positivo son términos relativos. Si tú empleas la rabia con un fin concreto y la apartas cuando termina su propósito, ¿qué hay de malo en ello? Piensa que hay muchos medicamentos que tiene efectos secundarios, pero que a pesar de ello empleamos porque sabemos que el beneficio es mucho más grande que el daño.
— Y claro, tomamos solo la dosis adecuada, exactamente lo mismo hemos de hacer con la rabia -concreta Maria asintiendo con la cabeza y poniendo sus ojos como platos.
— Eso es, espera un momento, tengo algo para ti relacionado con este tema -dicho esto el viejo empieza a hurgar en su bolsa de mano.
— ¡Me has traído un regalo! Espero que no sea otro huevo fecundado.
— En absoluto, aquí lo tienes -el viejo deja en las manos de la chica un tarro de cristal.
— ¡Una mermelada! ¿Qué quieres, que la abramos y nos la comamos aquí de merienda?
— Más precisamente, quiero que tú la abras.
— Eso está hecho
Tras varios intentos María no consigue desenroscar la tapa, y finalmente dirigiéndose a su compañero le dice:
— Esto es imposible, ¿no tendrás una navajita con la que poder ahuecar la tapa y que así entre el aire?
— No hay navajita, lo tienes que conseguir sin ningún instrumento, por tus propios medios -sentencia el viejo.
— ¿Qué crees, que soy supergirl?
— Tu rabia te puede ayudar a serlo; la rabia, el enfado, incrementa increíblemente nuestra fuerza.
— ¡Ya comprendo, quieres que cree un personaje rabioso! -exclama la chica encendiendo sus ojos con la luz de un ¡eureka!
— ¡Eres muy lista! Demuéstrame la fuerza de tu rabia, cierra los ojos y busca en tus recuerdos algo que te haya enrabiado de verdad, luego vuélvelo a vivir, pero ahora teniendo el control, tan solo quieres crear una bioquímica que te haga más fuerte que cuando estás en tu estado normal. Te dejo unos instantes para que puedas lograrlo.
El viejo se queda en silencio y aparta su mirada de la chica para que ella pueda prepararse con mayor intimidad. Tras un par de minutos, en los que ha estado sintiendo en todo su cuerpo la rabia del personaje que ha creado, coloca su mano derecha sobre la tapa y con decisión y emitiendo una especie de grito de guerra ejerce un giro ante el cual el bote se abre.
— ¡Bravo! Sabía que lo conseguirías -suelta lleno de alegría el viejo.
— ¡Es increíble, he trasformado una emoción negativa en un acto útil! -exclama la chica llena de apasionada sorpresa.
— Las emociones están a tu servicio cuando consigues el dominio sobre tus personajes.
— Me encanta la idea de dominar a mis personajes y que no sean ellos los que me dominen. Pensar que tuve que dejarme dominar por mi personaje suicida para que aparecieras tú en mi vida...
— Nuestra vida gira en torno al misterio de nuestra existencia, convertir eso en un juego, en una aventura a disfrutar, es lo que te propongo enseñarte, ¿te apuntas?
— ¡Me apunto a tus increíbles clases en esta aula sin paredes, en esta aula toda ventana al mundo!
— Te veo muy ilusionada.
— Ya lo creo -le contesta María devolviéndole el bote de mermelada.
— No, este bote es para ti.
— Ahh, ya entiendo, trae consigo un misterio que debo desvelar -le dice mientras recupera el frasco y mira atentamente todos los detalles del etiquetado.
— Bueno, yo no diría tanto.
— Ya veo, aquí pone mermelada de naranja amarga, es una mermelada poco corriente en nuestro país … seguro que significa algo importante...
— Te doy una pista: la respuesta a tu pregunta es la más sencilla de todas -le contesta el viejo riéndose.
Durante unos minutos María empieza a exponer al viejo todo tipo de teorías sobre el significado de aquella mermelada, su compañero las desmiente todas. Finalmente la curiosidad de la chica puede más que su orgullo como investigadora y le dice al viejo:
— Me rindo, dime cuál es la auténtica razón por la cual me regalas esta mermelada.
— Muy sencilla, ya te dije que era la solución más sencilla, tan sencilla que ni siquiera la has contemplado: ¡odio la mermelada de naranja amarga!
— ¿Cómo, me la regalas porque te quieres librar de ella...? -le contesta la chica llena de asombrada indignación.
— Más o menos, en la tienda la compré pensando que era de melocotón. Ayer preparando nuestro encuentro de hoy me dejé sentir y mi vista fue hacia la mermelada, ese mismo sentir me dijo que la abriese, al ver que se resistía pensé en aplicar mi método de enfadarme para conseguir más fuerza, pero cuando puse mi mano en la tapa me dije a mí mismo: odio esta mermelada, por lo tanto no puede ser para mí. Inmediatamente me vino tú imagen y comprendí lo que tenía que hacer.
— ¡Asombroso!
— Ya te dije que todos tenemos una sabiduría propia, si estas receptivo se expresa.
— Y claro, para estar receptivo hay aprender una serie de cosas que me irás enseñando.
— Eso es. Por cierto, ¿te gusta la mermelada de naranja amarga?
— No lo sé, nunca la he probado, mañana en el desayuno tendré una nueva experiencia.
— Si te gusta, tú te compras las siguientes, no quiero saber más de mermeladas de naranja amarga -le dice el viejo sonriendo y guiñándole un ojo.
— No te preocupes, te dejo espacio para que me regales más cosas... -le contesta la chica devolviéndole el guiño de ojo.
— Ya veremos, no te acostumbres a los regalos -dicho esto el viejo mira la hora en su reloj de pulsera- Ya es tarde, debo marcharme, ¿me acompañas hasta la puerta del parque?
— Será un placer, así podemos seguir conversando, por cierto: ¿cómo es que usas todavía reloj de pulsera?, me parece una tontería cargar con algo que solo te da la hora.
— Eso te crees tú, este reloj me da mucho más que la hora...
Los dos se levantan del banco y empiezan a caminar muy lentamente, disfrutando de su conversación y del sano y acogedor ambiente del parque, tal como hacen dos viejos amigos que acaban de conocerse.
"Las aventuras del viejo indomable"
Quinto encuentro
Autor: Carlos González (La Danza de la Vida)
Link al primer encuentro:
https://ladanzadelavida12.blogspot.com/2020/10/la-forma-de-evitar-ser-un-doble-imbecil.html