EL EMBAJADOR DE BELLOS FUTUROS

     Gerardo, un hombre de unos cuarenta años y vestido con traje y corbata, se dirige hacia su automóvil que se encuentra aparcado frente a la entrada de un parque. Tras abrir la puerta con su mando a distancia  se sienta al volante y deposita su maletín en el asiento trasero; cuando introduce la llave de contacto escucha un ruido proveniente de los bajos del coche, tiene la sensación de que alguien está manipulando en su vehículo y sale de estampida para averiguar qué pasa. Tras circunvalar el automóvil descubre a un anciano arrodillado que con un palo parece querer sacar algo.

— Disculpe puedo ayudarle en algo, éste es mi coche.

— No se preocupe, ya la tengo -dicho esto aparece junto a los pies de Gerardo una pelota.

— ¡Vaya! Supongo que estaba usted jugando con su nieto en el parque -dice mientras recoge  con una mano el balón.

— No, estoy jugando con mi equipo -contesta el viejo mientras se levanta del suelo.

— Esta es una pelota de fútbol, no de petanca -dice Gerardo sonriendo.

— Por supuesto, la petanca es solo para los que se sienten viejos.

— Me gusta ese ánimo juvenil que emana de sus palabras, no es muy habitual en personas de su edad.

— Igual que el hábito no hace al monje, el cuerpo no hace a nuestra edad.

— ¡Vaya, y encima es usted filósofo! -le exclama mientras le entrega la pelota.

— Yo soy muchas cosas, pero sobre todo soy yo -le dice mientras le entrega el palo con el que hurgaba bajo el coche.

— ¿Por qué me da el palo?

— Ya no lo necesito.

— Ni yo tampoco.

— Puede que sí o puede que no, en todo caso el palo es ahora tuyo -le contesta mientras empieza a marchar  con la pelota hacia el parque.

— Espere, ¿qué ha querido decir? -le dice mientras le persigue con el palo en la mano.

— Tú sabrás si necesitas recuperar o no algo que haya quedado atrapado bajo alguna de tus estupideces.

— Oiga, un respeto, yo no le he faltado.

— Tranquilo, todos tenemos algo atrapado bajo nuestras estupideces, ¿tú no? -le contesta parándose y mirándole fijamente a los ojos.

— Bueno... tal vez... tenga usted un poco de razón... -dice titubeando.

— Yo creo que deberías de guardar ese palo en tu flamante coche, en un lugar que lo veas siempre que montes en él, así recordarás que debes de recuperar algo valioso. En el fondo, no es tan difícil rectificar en la vida para salvar lo que apreciamos, tan solo hay que agacharse y hurgar un poco bajo nuestras estupideces, eso sí, tienes que hacerlo como yo he recuperado la pelota, sin juicios y sin victimismos, y una vez recuperada el juego puede continuar...

— ¿Usted lee la mente? Parece que conozca mis problemas -le dice Gerardo sorprendido.

— Conozco cómo hemos sido educados y el tipo de problemas a que da lugar eso. Todo el mundo necesita un palo para recuperar algo -dice riéndose.

— Pensaré en lo que me ha dicho, de momento guardaré el palo para recordar sus palabras. Gracias.

— Gracias a ti, si no hubiese estado tu coche en el lugar apropiado para que la pelota quedase atrapada en sus bajos, ésta hubiese rodado cuesta abajo, y a saber dónde hubiese terminado...

— Tengo una curiosidad, ¿el partido que están jugando es solo para jubilados? Mi padre fue un gran deportista y sé que añora el deporte, tal vez podría apuntarse a su equipo.

— No, nuestro equipo no es solo de jubilados, lo componen personas de todas las edades, desde los 8  años a los  95.

— ¡No es posible! Sus posibilidades físicas son muy distintas como para formar equipo...

— En absoluto, hemos ido cambiando las reglas para que eso no sea un problema, no se hizo al ser humano para las reglas, sino las reglas para el ser humano – termina sentenciando el viejo.

— Esa frase me suena a algo religioso que no se suele aplicar nunca, pero dígame: ¿cómo pueden jugar a algo que cambia constantemente sus reglas?

— Muy fácil, con un don que todos tenemos.

— ¿Cuál?

— La creatividad. No sabe lo divertido que es no saber en qué va a consistir exactamente el juego la próxima vez que nos reunamos, jugamos a algo que está vivo, como nosotros mismos.

— ¡Asombroso! Supongo que formarán ustedes dos equipos que se enfrentan, al menos eso sí lo conservarán, ¿no?

— En nuestro juego todos somos ganadores, por lo tanto no nos enfrentamos. Cada día definimos un reto y todos colaboramos para conseguirlo.

— Veo que del fútbol al menos conservan la pelota...

— Hoy sí, el próximo día veremos ¿Quieres entrar y ver cómo jugamos?

— Ahora no tengo tiempo, pero mi padre que está jubilado dispone de mucho, trataré de convencerle para que venga a verles jugar a lo que sea que toque en ese momento ¿Podría decirme qué día y a qué hora se reunirán la próxima vez?

— Recuerda que es para todas las edades, puedes venir a jugar con tu padre, con tu esposa e incluso con tus hijos.

— Realmente hay pocos sitios donde todas las edades puedan convivir alegremente...

— Los parques reúnen esa condición y otra también muy importante.

— ¿Cuál?

— La armonía entre lo natural y lo artificial, un parque es un lugar ideal para replantearse una vida minada de desarmonías y contradicciones.

— Supongo que no lo dirá por mi vida, pues no conoce nada de ella, pero no me ha contestado a cuándo se reunirán la próxima vez.

— Es fácil, pregúntale a Eustaquio, lo encontrarás siempre en el parque.

— ¿Quién es Eustaquio?

— El dueño del kiosko, después de cada juego vamos todos allí a tomar una merendola, es fantástico: comentamos todo lo vivido volviéndolo a disfrutar, diseñamos el objetivo y los cambios de normas pertinentes para el próximo juego y fijamos las coordenadas temporales de nuestro próximo encuentro, que comunicamos a Eustaquio por si alguno no ha podido venir ese día.

— Sería más fácil que me diese el número de su móvil, así no tendría que desplazarme.

— Sí, sería más fácil, pero no creo que sea lo más conveniente, basta mirarte a la cara para saber que necesitas unas horas de parque.

— Está bien, encontraré un hueco en mi agenda ¿De parte de quién le digo a Eustaquio que vengo?

— De parte mía.

— Pero no sé cómo se llama...

— Basta que digas que te envía el Embajador.

— ¿Ese es su apodo?

— Podríamos llamarlo así, pero para mí es algo más que un apodo, fue un regalo que me hicieron los más pequeños del grupo, los niños tienen una gran capacidad de observación ...

 — ¿Y por qué le pusieron ese sobre nombre?

— En realidad el título que me otorgaron es el de “Embajador de bellos futuros”

— ¡Suena muy bien! Se nota que le quieren.

— Estaban hartos de que todo el mundo les hablase del futuro como algo peligroso, como algo a lo que tendrían que adaptarse, como algo ya diseñado e inamovible. En su rebeldía inconsciente ellos querían sentirse creadores de su futuro, de un futuro en el que poder desembarcar sus sueños. Yo tan solo les iluminé esa parte suya que esperaba ser reconocida y liberada, contándoles mis recuerdos, mis bellos recuerdos del futuro.

— ¿Cómo se pueden tener recuerdos de algo que todavía no ha ocurrido?

— Es muy simple, por pura simetría entre el pasado y el futuro: si hay recuerdos de uno debe de haberlos del otro. A los físicos nos encanta que nuestras teorías gocen de simetría.

— Ahh, es usted físico.

— Entre otras cosas. Yo siempre he tenido recuerdos del futuro, tenerlos no es algo novedoso, muchas personas, como Julio Verne, se han pasado su vida narrando recuerdos del futuro. Mi especialidad es contar bellos recuerdos de una nueva humanidad, la que siento en mi corazón.

— Así que usted cree en la humanidad, no sé yo si eso es acertado...

— ¿Tienes hijos?

— Sí, dos: una niña y un adolescente.

— Pues entonces debes de creer en la humanidad y en su futuro, ¿o es que tal vez los ha tenido por accidente...?

— De ningún modo, los dos han sido hijos deseados, tanto por mí como por mi mujer.

— ¿Ves?, ya tienes una de las más típicas contradicciones en tu vida: no creer en la humanidad y tener hijos. Si quieres acabar con ella deberás de aprender a amar a la humanidad, es sencillo cuando se sabe mirar más allá de los prejuicios.

— Todo eso está muy bien, pero cuando uno ve un telediario...

— Pues infórmate de otra manera, en vez de sentarte a oír lo que otros han decidido que sea noticia, decide tú el tipo de noticias que te gustaría escuchar.

— Pero yo no decido lo que ocurre en el mundo...

— En el mundo ocurren tantas cosas en un solo día que es imposible que no hayan buenas noticias, tan solo has de ir a su encuentro, para eso tienes el poder de la red.

— Nunca había pensado en esa posibilidad, y sin embargo está llena de lógica: lo que cuentan en un telediario en tan solo media hora tiene que ser una parte minúscula de lo que ocurre en nuestro planeta, interpretar la marcha del mundo basándome en tan pobre información es ridículo.

— ¡Premio! Simple y sencillo -le dice el viejo dándole un golpe afectuoso con la pelota en el brazo.

— Tal vez usted y yo deberíamos de hablar en otra ocasión, creo que al menos para mí sería muy enriquecedor.

— Me parece estupendo: cuando quieras contactar conmigo se lo dices a Eustaquio.

— Pero sería más fácil que...

— No sigas, no tengo móvil. Pero no te preocupes, mi despacho en el parque estará siempre abierto para ti -le dice ofreciéndole la mano en forma de despedida.

— Gracias, creo que me va a ver en más de una ocasión y tal vez también a mi padre -le contesta dándole la mano.

— No te olvides de utilizar el palo...

— Sí, ya sé, para hurgar debajo de algunas de mis estupideces del pasado y recuperar lo valioso que perdí al cometerlas...

— No solo para eso, sino también para cometer menos en el futuro, es un palo multiuso -le dice ya de espaldas y caminando hacia el parque.

— Espere, ¿qué ha querido decir con eso, cómo puedo emplearlo para cometer menos estupideces...? 

— Sería una estupidez decírtelo, cuando tú mismo lo puedes averiguar -le contesta gritándole por la distancia y moviendo la mano en forma de despedida sin dejar de darle la espalda.


                                     "Las aventuras del viejo indomable" 

                                                   - Tercer encuentro -

                            Autor: Carlos González (La Danza de la Vida)


          Link al cuarto encuentro:

      https://ladanzadelavida12.blogspot.com/2020/11/volver-nacer.html


          Link al primer encuentro:

              https://ladanzadelavida12.blogspot.com/2020/10/la-forma-de-evitar-ser-un-doble-imbecil.html



  

EL DERECHO A CONOCER NUESTRA BELLEZA INTERIOR

      Sentado en el poyete de entrada a una tienda que lleva varios años cerrada se encuentra un joven de tez negra como el azabache, viste un chandal y lleva la capucha puesta. En su mano derecha sostiene el bote con el que pide limosna a todo transeúnte que pasa cerca de él. En un momento determinado un viejo con sombrero de paja a lo Maurice Chevalier se acerca a él, le saluda quitándose el sombrero y extrae de su bolsa de mano un pequeño florero de cristal que coloca en el poyete junto al mendigo, a continuación de una bolsa de plástico saca una hermosa rosa blanca y la coloca en el florero. El negro con irritación inicia un diálogo con el extravagante transeúnte.

— ¿Te ríes de mí...?  ¡Ojalá no tengas que verte como yo! No puedo comerme tu flor, lo que necesito es dinero para comer y poder pagarme una pensión donde dormir.

— ¿Solo necesitas eso?

— Sin lo que te he dicho las demás cosas que deseo carecen de valor.

— ¿Crees que nada posees?

— A la vista está

— Pues debes de estar ciego.

— Otra vez te cachondeas de mí -contesta furioso y con los ojos encendidos.

— Yo no me cachondeo de ti, disfruto del misterio que eres y la flor que te he regalado pretende ser un espejo de tu belleza interior.

— ¡Además racista! Pues no va y me regala una rosa blanca...

— Escucha atentamente: ni tú ni yo sabemos en el fondo por qué hemos nacido en las circunstancias que lo hemos hecho, nos une, como a todos los seres humanos, el misterio de nuestra existencia. En ese misterio vive nuestra belleza interior esperando expresarse en nuestra vida. Tú no estás aquí solo pidiendo limosna, estás también testimoniando tu belleza interior, que es  única y que tiene el don de igualarte en importancia a cualquier otra persona.

— Sí, está claro que todos los que pasan por aquí se inclinan ante mi belleza interior -contesta  irónicamente.

— Yo lo hago -dice el viejo haciendo una pequeña reverencia.

— Ahora ya no tengo claro si eres un gamberro o un loco.

— Vamos por buen camino, a las personas que vemos la belleza interior todavía se nos llama locos, ya ves que no tienes nada que temer de mí.

— ¿Y qué quieres que haga con esta rosa?

— Que sientas su belleza como un reflejo de la tuya, que la veas como un anuncio a los transeúntes de que aquí hay una persona que cree en la belleza. Seguro que las personas que pasen delante de ti empezarán a verte de otra manera, primero se fijarán en la rosa y luego en ti. Como muestra de que la belleza que ven en la rosa parte de ti, de tu acto de tenerla como compañera, quítate la capucha y muestra una sonrisa tan blanca como la de la flor, con la seguridad de que esa sonrisa es una muestra de tu belleza interior, única e intransferible. Seguro que ya no podrán pasar ante ti ignorándote.

— ¿Por qué haces esto por mí?

— Para que comprendas que pedir limosna no te convierte forzosamente en una persona pobre.

— Puede que con tus sugerencias las personas sean más generosas conmigo -expresa el negro ilusionado.

— Puede que tú aprendas a ser más generoso contigo, a mostrar actos de amor y de belleza hacia ti todos los días -le contesta guiñándole un ojo.

— Me gusta tu propuesta, pero si cada día tengo que gastarme dinero en comprar una rosa...

— No te preocupes, en la esquina de más abajo hay una floristería …

— Sí, la conozco, este barrio es mi lugar de trabajo.

— Su dueña se llama Margarita, ve a verla de parte mía y te dará gratis cada día una hermosa flor, no serán siempre rosas, pero sin duda espejarán magníficamente tu belleza interior.

— Tendré que darle tu nombre, ¿cuál es?

— Bastará que le digas que vienes de parte del viejo indomable.

— ¡Indomable! ¿Por qué ese apodo?

— Porque nuestra belleza interior es indomable frente a las circunstancias y las opiniones de los demás. Cuando eres capaz de sentirla te amas sin esfuerzo, y además no tienes la necesidad de manipular a los otros para que te den el amor que no sabes darte a ti mismo.

— Entiendo pues que tú eres capaz de sentir a tu belleza interior, ¿no?

— Claro, precisamente por eso puedo sentir la tuya.

— ¿Por qué te dedicas a mostrar a los demás que poseen una belleza interior, que no solo les hacen únicos sino también indomables?

— Porque creo en el derecho de todo ser humano a conocer su belleza interior.

— Ese derecho no se encuentra entre los derechos humanos.

— Para mí sí, me dedico a mejorar e incrementar los derechos humanos -después de contestar se quita el sombrero a modo de despedida y con una sonrisa le dice adiós a su interlocutor.

— ¡Espera un momento! No conoces ni mi nombre, me llamo Ousman – le dice gritando.

El viejo sin volverse le contesta:

— Mucho gusto Ousman, hasta nuestro próximo encuentro.


                           "Las aventuras del viejo indomable" 

                                    - Segundo encuentro -


           Autor del texto: Carlos González (La Danza de la Vida)

           Autora de la imagen: María José Llorach, link a su blog:  

                       ttps://xunmundomejorweb.wordpress.com/          


         Link al tercer encuentro:

https://ladanzadelavida12.blogspot.com/2020/10/el-embajador-de-bellos-futuros.html


           Link al primer encuentro:

              https://ladanzadelavida12.blogspot.com/2020/10/la-forma-de-evitar-ser-un-doble-imbecil.html


           



LA FORMA DE EVITAR SER UN DOBLE IMBÉCIL

      Tras un pequeño incidente de tráfico, una persona de las implicadas empieza a increpar a la otra gritándole de forma desmesurada, por su furor parece que se está desahogando de más de un problema personal. Mientras la otra persona aguanta sin inmutarse todos los improperios. Finalmente el enfadado termina la conversación diciéndole al hombre tranquilo: eres un imbécil. Éste le contesta con una serena sonrisa en la boca lo siguiente: no del todo, puesto que no pienso coger tu insulto. La otra persona pasa de ofendida a desconcertada, pues el semblante de su interlocutor no es agresivo y además no ha negado que tenga algo de imbécil, tras quedarse un instante parado decide meterse en su coche y marcharse tranquilamente.Una tercera persona que ha observado lo ocurrido entabla un pequeño diálogo con el hombre tranquilo:

— Perdone, he visto lo ocurrido y me queda una duda: ¿ha admitido usted ser un imbécil?

— ¿Tiene usted algo en contra de los imbéciles?

— ¡Hombre yo...!  - contesta titubeando

— Pues yo no tengo nada en absoluto contra ellos, por eso cuando me comporto como un imbécil no me juzgo por ello, que sería una segunda imbecilidad, sino que me río como cuando nos reímos ante un niño pequeño que ha pronunciado mal una palabra.

— ¿Me está diciendo que aprende de sus errores sin castigarse?

— Mucho más que eso, le estoy diciendo que me trato con amor, con cariño, y que no dejo de ver también en mis errores mi belleza interior. Por cierto, también estuve sintiendo la belleza interior de la persona que discutía sola.

— ¡Es cierto, usted no discutía!

— Hoy no me apetecía jugar a discutir -dicho esto el viejo se quitó el sombrero a modo de saludo y se marchó.

        "Las aventuras del viejo indomable" - Primer encuentro

        Texto de Carlos González Pérez (La Danza de la Vida)


              Link al segundo encuentro:

     https://ladanzadelavida12.blogspot.com/2020/10/el-derecho-conocer-nuestra-belleza.html       

 

SOBRE EL FONDO NEGRO DE NUESTROS DEFECTOS BRILLAN LAS ESTRELLAS DE NUESTROS DONES

           Cada defecto está emparejado a un don, ambos son  caras de una misma moneda: dime de que adoleces y te diré tu don. Reconocemos a las estrellas gracias al fondo negro que las envuelve, es el efecto oscuridad revelando la luz, entonces, ¿cómo podríamos reconocer la luz de un don sin el fondo negro del defecto que le acoge?

      Querido lector, deja de quejarte del defecto que más te disgusta de ti y deja también de sentirte culpable por encarnarlo, y empieza a buscar con ilusión su don correspondiente: tu oscuridad, tu  defecto, está para remarcar tu estrella, tu don. Empieza a mirar tu defecto con el don delante: don defecto.  

 

Esta imagen es un homenaje a Quino, que supo humanizar como nadie nuestros defectos y al hacerlo, sin darse cuenta, iluminó también nuestros dones.
Esta imagen es un homenaje a Quino, que supo humanizar como nadie nuestros defectos y al hacerlo, sin darse cuenta, iluminó también nuestros dones.